Bajo la cúpula del casino en Las Vegas, siempre cuelga un reloj sin manecillas. El mercado de contratos es una existencia surrealista, aquí no hay alternancia de día y noche, no hay compasión, solo la danza incesante de las Velas japonesas.
Cuando los números saltan en la pantalla, innumerables personas observan el aumento y la disminución del saldo de sus cuentas, completando un sacrificio espiritual, pero nunca están dispuestas a admitir: este mercado es, en esencia, un enorme laboratorio matemático, cuyos participantes son variables llenas de codicia y miedo.
Este laboratorio opera bajo tres leyes fundamentales: La primera ley revela la esencia de los juegos de suma cero, cada ganancia corresponde a la pérdida de algún cuenta, el intercambio siempre está extrayendo valor de entropía. La segunda ley proclama la existencia de trampas de probabilidad; cuando el apalancamiento eleva la tasa de éxito al 51%, las debilidades humanas comprimen la tasa de éxito real al 49%; La tercera ley muestra el hechizo de la reflexividad, el mercado siempre está aprovechando los sesgos cognitivos de los participantes para crear momentos de estrangulamiento. Al igual que el efecto del observador en la física cuántica, en el momento en que el trader abre el software de cotización, el mercado ya se ha distorsionado por ser observado.
Los verdaderos sobrevivientes experimentadores han dominado tres claves de supervivencia. Piensan en probabilidades como una computadora cuántica, controlan con precisión la cantidad de ficha en cada apuesta utilizando la fórmula de Kelly, y entienden que 6 pequeñas pérdidas, 3 sin pérdidas y 1 gran ganancia en 10 transacciones es el algoritmo definitivo. Han implantado en su sistema de trading la "regla del cocodrilo"; cuando las pérdidas devoran la línea de alerta preestablecida, cortan las pérdidas con determinación, como si se tratara de una mano atrapada por un cocodrilo. Lo más importante es cultivar una personalidad de trading contraria a la naturaleza humana, mantener la claridad en momentos de euforia en el mercado y activar el pensamiento inverso en momentos de pánico colectivo, atravesando las barreras emocionales como si fuera un efecto túnel cuántico.
En esta arena digital, las Velas japonesas no son más que una proyección de las fluctuaciones humanas, y el saldo de la cuenta es esencialmente un indicador cuantitativo de la capacidad cognitiva. Aquellos traders que obtienen ganancias constantes han realizado, en realidad, un salto cuántico de "participante del mercado" a "observador del mercado". Ya no se obsesionan con predecir el mercado, sino que construyen ventajas probabilísticas; ya no luchan contra las tendencias del mercado, sino que se adaptan a los flujos de capital; ya no creen en el mito de la riqueza rápida, sino que persiguen el milagro del interés compuesto. Como dijo Nietzsche: "Lo que no me mata, me hace más fuerte". En este cruel laboratorio del mercado de contratos, solo al forjarse a sí mismo como un escáner humano preciso y una calculadora de probabilidades se puede transformar la picadora de carne del mercado en un horno alquímico de riqueza.
El contenido es solo de referencia, no una solicitud u oferta. No se proporciona asesoramiento fiscal, legal ni de inversión. Consulte el Descargo de responsabilidad para obtener más información sobre los riesgos.
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CoinCircleRhino
· 05-10 04:16
Incluso los mercados de valores de los países tienen un "mecanismo de interrupción". ¿Crees que esto es un juego?
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CoinCircleRhino
· 05-10 04:13
Sin un sistema de trading propio y sin gestión de riesgos, se puede perder todo el dinero.
Bajo la cúpula del casino en Las Vegas, siempre cuelga un reloj sin manecillas. El mercado de contratos es una existencia surrealista, aquí no hay alternancia de día y noche, no hay compasión, solo la danza incesante de las Velas japonesas.
Cuando los números saltan en la pantalla, innumerables personas observan el aumento y la disminución del saldo de sus cuentas, completando un sacrificio espiritual, pero nunca están dispuestas a admitir: este mercado es, en esencia, un enorme laboratorio matemático, cuyos participantes son variables llenas de codicia y miedo.
Este laboratorio opera bajo tres leyes fundamentales:
La primera ley revela la esencia de los juegos de suma cero, cada ganancia corresponde a la pérdida de algún cuenta, el intercambio siempre está extrayendo valor de entropía.
La segunda ley proclama la existencia de trampas de probabilidad; cuando el apalancamiento eleva la tasa de éxito al 51%, las debilidades humanas comprimen la tasa de éxito real al 49%;
La tercera ley muestra el hechizo de la reflexividad, el mercado siempre está aprovechando los sesgos cognitivos de los participantes para crear momentos de estrangulamiento. Al igual que el efecto del observador en la física cuántica, en el momento en que el trader abre el software de cotización, el mercado ya se ha distorsionado por ser observado.
Los verdaderos sobrevivientes experimentadores han dominado tres claves de supervivencia. Piensan en probabilidades como una computadora cuántica, controlan con precisión la cantidad de ficha en cada apuesta utilizando la fórmula de Kelly, y entienden que 6 pequeñas pérdidas, 3 sin pérdidas y 1 gran ganancia en 10 transacciones es el algoritmo definitivo. Han implantado en su sistema de trading la "regla del cocodrilo"; cuando las pérdidas devoran la línea de alerta preestablecida, cortan las pérdidas con determinación, como si se tratara de una mano atrapada por un cocodrilo.
Lo más importante es cultivar una personalidad de trading contraria a la naturaleza humana, mantener la claridad en momentos de euforia en el mercado y activar el pensamiento inverso en momentos de pánico colectivo, atravesando las barreras emocionales como si fuera un efecto túnel cuántico.
En esta arena digital, las Velas japonesas no son más que una proyección de las fluctuaciones humanas, y el saldo de la cuenta es esencialmente un indicador cuantitativo de la capacidad cognitiva. Aquellos traders que obtienen ganancias constantes han realizado, en realidad, un salto cuántico de "participante del mercado" a "observador del mercado".
Ya no se obsesionan con predecir el mercado, sino que construyen ventajas probabilísticas; ya no luchan contra las tendencias del mercado, sino que se adaptan a los flujos de capital; ya no creen en el mito de la riqueza rápida, sino que persiguen el milagro del interés compuesto.
Como dijo Nietzsche: "Lo que no me mata, me hace más fuerte". En este cruel laboratorio del mercado de contratos, solo al forjarse a sí mismo como un escáner humano preciso y una calculadora de probabilidades se puede transformar la picadora de carne del mercado en un horno alquímico de riqueza.