En la intersección de Constitution Avenue y la Calle 20 en Washington, se encuentra la sede de la Reserva Federal de los Estados Unidos: el Edificio Eccles. Se dice que en las profundidades de los pasillos de este edificio de mármol blanco aún vaga un fantasma inquieto. No es otro que Arthur F. Burns, el ex presidente de la Reserva Federal que, bajo la enorme presión del presidente Richard Nixon, finalmente cedió y abrió las compuertas de la "gran inflación" de la década de 1970.
Hoy, medio siglo después, un guion similar parece estar gestándose de una manera más radical y pública. Ya no se trata de conversaciones secretas en la oficina oval, sino de una "guerra en las sombras" cuidadosamente planeada, destinada a detonar simultáneamente en la arena de la opinión pública y en los mercados financieros. Cuando Donald Trump considera anunciar a su sucesor casi un año antes de que termine el mandato del actual presidente Jerome Powell, no está invocando solo a un futuro presidente del banco central, sino también al fantasma de Burns. Esto presagia una prueba definitiva de la independencia de la Reserva Federal, que es la piedra angular del orden financiero global posterior a la guerra, con un enfoque y apuestas que ya superan con creces lo de antaño.
El trato demoníaco en la cinta de grabación
Para entender el juego de hoy, debemos regresar a los orígenes históricos. En 1971, el sistema de grabación secreto del presidente Nixon registró una conversación inquietante entre él y el entonces presidente de la Reserva Federal, Burns. Frente a las inminentes elecciones de 1972, Nixon no oculta sus intenciones: "Espero... que antes de las elecciones, las tasas de interés puedan bajar. Podemos preocuparnos por la inflación después de las elecciones."
Burns, el economista que inicialmente se mostró con su icónico pipa y su imagen de determinación, finalmente no pudo resistir la presión constante de la Casa Blanca. Se rindió. La máquina de imprimir dinero de la Reserva Federal comenzó a acelerar, preparando una alfombra roja de crédito barato para la campaña de reelección de Nixon. Las consecuencias fueron desastrosas. Este "trato con el diablo" es ampliamente considerado como uno de los desencadenantes de la "gran inflación" de una década en Estados Unidos, una pesadilla que no se terminó hasta principios de la década de 1980, cuando otro presidente legendario, Paul Volcker, lo hizo a costa de una dolorosa recesión económica.
La historia de Nixon y Burns se ha convertido en el caso negativo más clásico en los libros de texto sobre la independencia de los bancos centrales. Revela una verdad simple pero profunda: cuando las riendas de la política monetaria son capturadas por demandas políticas a corto plazo, el costo a largo plazo será soportado por toda la nación e incluso por la economía global. Durante los cuarenta años posteriores a Volcker, la independencia de la Reserva Federal se ha considerado un consenso sagrado e inviolable, siendo "el pilar" para asegurar la credibilidad del dólar y la estabilidad financiera global.
Sin embargo, las lecciones de la historia parecen estar siendo olvidadas. Lo que Trump está haciendo es convertir los susurros en una habitación cerrada de Nixon en una conspiración anunciada al mundo a través de un altavoz.
De "presionar desde el patio trasero" a "subvertir desde el frente"
La estrategia de "presidente en la sombra" de Trump, en comparación con los métodos de Nixon, se diferencia en su núcleo por la "transparencia" y la "institucionalidad". La presión de Nixon era tras bambalinas y personal; mientras que la estrategia de Trump es pública y sistemática, intentando cambiar las reglas del juego desde la raíz.
El verdadero poder de esta estrategia radica en que "arma" la herramienta más fundamental de la Reserva Federal: la "guía prospectiva", y apunta los cañones hacia la propia Reserva Federal. En condiciones normales, la Reserva Federal guía las expectativas del mercado y reduce la incertidumbre al comunicar claramente la trayectoria de la política futura. Sin embargo, la existencia del "presidente en la sombra" creará otra fuente de información fuera de lo oficial, una "guía prospectiva alternativa" que proviene del futuro y está llena de matices políticos.
Sin embargo, esta espada de doble filo también pende sobre la cabeza del propio nominado. Como señaló Nick Timiraos, un periodista senior del Wall Street Journal conocido como el "altavoz de la Reserva Federal", el "presidente en la sombra" que ha sido preseleccionado se verá inmediatamente atrapado en un dilema político casi irresoluble. Si elige criticar públicamente la política actual de la Reserva Federal, alineándose con el llamado de Trump a reducir las tasas de interés, podría ser visto por el mercado y el Senado como un "lisonjero político" sin independencia, poniendo en peligro su eventual confirmación de nombramiento. Después de todo, su nombramiento necesita el apoyo de sus futuros colegas. Pero, por otro lado, si elige defender la postura cautelosa de la Reserva Federal, enfatizando la dependencia de los datos y la importancia de combatir la inflación, podría enfurecer instantáneamente a Trump, perdiendo este trabajo antes de haber asumido oficialmente.
Esta es la parte más sutil y peligrosa de esta "guerra en la sombra": no solo pone a prueba la determinación del actual presidente Powell, sino que también evalúa la habilidad de cada posible sucesor para caminar en la cuerda floja entre la lealtad y la credibilidad. La selección de Trump se ha convertido, por lo tanto, en una apuesta de alto riesgo.
Los candidatos populares que han surgido actualmente representan precisamente los dos extremos de este dilema.
La primera categoría es "apuesta de reputación" - Kevin Warsh. Como exmiembro de la Reserva Federal y colaborador cercano del presidente Bernanke durante la crisis financiera de 2008, Warsh posee un enorme capital de reputación tanto en Wall Street como en el ámbito académico. Se le considera un "insider" que comprende profundamente el funcionamiento del sistema financiero. Tradicionalmente, es un "halcón", crítico con respecto a la inflación y el "desvío de misión" de la Reserva Federal. Sin embargo, irónicamente, sus comentarios recientes parecen haber experimentado un "giro dovish", proporcionando un respaldo teórico a la ruta de tasas de interés bajas que Trump anhela. Al elegir a Warsh, Trump busca aprovechar su reputación en el mercado para tranquilizar a los inversores, haciendo que su intención de recortar tasas parezca menos abrupta. Pero la dificultad que enfrenta Warsh es especialmente notable: cuanto más critica abiertamente a Powell, más se aleja de su habitual imagen de institucionalista, lo que resulta en un deterioro de su reputación. Si intenta mantenerse neutral, no podrá satisfacer las expectativas de "fuego poderosamente" de Trump. Es como un puñal engastado en joyas, deslumbrante pero mortal, pero también podría ser demasiado valioso para ensuciarse fácilmente.
La segunda categoría es "Elección leal" - Kevin Hassett. Como presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca durante el primer mandato de Trump y principal diseñador de la política de recortes de impuestos de 2017, la lealtad de Hassett es indiscutible. Es un firme defensor de la economía del lado de la oferta, en alta consonancia con la filosofía económica de Trump. Incluso admitió públicamente que “almuerza” regularmente con Powell para transmitir los puntos de vista de la Casa Blanca, desempeñando un papel como canal de presión directa. Elegir a Hassett significa optar por la previsibilidad de las políticas y la fiabilidad de su implementación. Para él, el mencionado "dilema" parece no ser tan agudo, ya que las expectativas del mercado sobre su independencia son bajas. Es muy probable que no dude en criticar las políticas actuales. Pero el riesgo es que un presidente que carece de credibilidad en el mercado, ampliamente visto como un nombramiento puramente político, tendrá un efecto casi nulo en la orientación positiva del mercado, y podría provocar una reacción negativa más intensa debido a la exposición excesiva de la intención de intervención política. Es como una "espada leal" sin adornos innecesarios, asegurando ser afilada y obediente, pero que podría asustar al mercado por ser demasiado brusca.
Cualquiera que sea la elección final, su intención estratégica ya es evidente: transformar al presidente de la Reserva Federal de un burócrata técnico e independiente en un "miembro del gabinete" que necesita rendir cuentas a la agenda política del presidente. Esto socava fundamentalmente el paradigma de funcionamiento del banco central establecido desde la era Volcker.
El ocaso del consenso: cuando las piedras angulares comienzan a tambalearse
La "guerra de sombras" no es un evento aislado, sino un desafío integral a todo el consenso sobre la independencia de los bancos centrales en la "era posterior a Volcker". El núcleo de este consenso es que, para la estabilidad económica a largo plazo, es necesario otorgar la autoridad de decisión sobre la política monetaria a una institución independiente que no esté sujeta a las perturbaciones políticas diarias. El éxito de esta idea ha sido un requisito importante para que la economía global funcione durante los últimos treinta años en el relativamente estable período de "la Gran Moderación".
Y hoy en día, este consenso está siendo erosionado desde múltiples frentes. Por un lado, hay ataques desde el ámbito legal y teórico. Por ejemplo, los partidarios de la "Teoría del Ejecutivo Unificado" sostienen que el presidente, como el único jefe del poder ejecutivo, debe tener la autoridad para destituir a todos los funcionarios, incluido el presidente de la Reserva Federal, sin las restricciones legales de ser destituido "por una razón específica". Por otro lado, el más amplio "Proyecto 2025" propone reformas más radicales, incluyendo la limitación de las responsabilidades de la Reserva Federal, e incluso explora la posibilidad de regresar al patrón oro.
En este contexto, la estrategia del "presidente en la sombra" se asemeja más a una piedra de toque, una prueba de presión para desmantelar la "muralla" de la independencia de la Reserva Federal. Si tiene éxito, sus repercusiones serán profundas. El peligro más inmediato es que, en este momento frágil en el que la deuda del gobierno de EE. UU. ha alcanzado el 123% del PIB, se reavive el fuego de la inflación. Cualquier recorte de tasas prematuro o motivado por intereses políticos podría echar por tierra los enormes esfuerzos realizados en los últimos años para contener la inflación.
La crisis más profunda radica en la erosión de la credibilidad del dólar. La posición del dólar como la principal moneda de reserva global no se basa en el oro ni en ningún bien tangible, sino que se fundamenta en la absoluta confianza de los inversores globales en la estabilidad del sistema estadounidense y en las características de "sin riesgo" de la deuda pública de Estados Unidos. Y el núcleo de esta confianza radica precisamente en una Reserva Federal independiente, predecible y cuyo principal objetivo es mantener la estabilidad de precios.
la presión política erosiona la independencia del banco central
La mirada del final
La historia nunca se repite de manera simple, pero siempre rima de manera sorprendente. Hoy, cuando observamos esta "guerra en la sombra" en torno a la Reserva Federal, lo que escuchamos son los ecos históricos que resonaban en los pasillos del Edificio Eccles hace medio siglo.
Solo que esta vez, el escenario es más grande, las apuestas son más altas y las armas son más avanzadas. Ya no es un juego de poder limitado a Washington, sino una subversión sistémica transmitida en vivo al mundo a través de los medios modernos y herramientas financieras. Al final, lo que el mercado necesita valorar ya no son solo los datos de inflación y empleo, sino cuántos puntos le quedan a un país en su compromiso con su sistema económico más fundamental.
El fantasma de Arthur Burns puede que nunca se haya ido. Es una advertencia eterna, recordando a las personas cuán frágiles son esos pilares institucionales que parecen indestructibles ante la enorme tentación del poder. Cuando el faro que protege el orden financiero global comienza a tambalearse en la tormenta política, cada persona que navega en este océano debe sentirse aterrorizada.
El contenido es solo de referencia, no una solicitud u oferta. No se proporciona asesoramiento fiscal, legal ni de inversión. Consulte el Descargo de responsabilidad para obtener más información sobre los riesgos.
Juego de Tronos: ¿Quién se sentará en el "trono de hierro" de La Reserva Federal (FED)?
Escrito por: Oliver, Mars Finance
En la intersección de Constitution Avenue y la Calle 20 en Washington, se encuentra la sede de la Reserva Federal de los Estados Unidos: el Edificio Eccles. Se dice que en las profundidades de los pasillos de este edificio de mármol blanco aún vaga un fantasma inquieto. No es otro que Arthur F. Burns, el ex presidente de la Reserva Federal que, bajo la enorme presión del presidente Richard Nixon, finalmente cedió y abrió las compuertas de la "gran inflación" de la década de 1970.
Hoy, medio siglo después, un guion similar parece estar gestándose de una manera más radical y pública. Ya no se trata de conversaciones secretas en la oficina oval, sino de una "guerra en las sombras" cuidadosamente planeada, destinada a detonar simultáneamente en la arena de la opinión pública y en los mercados financieros. Cuando Donald Trump considera anunciar a su sucesor casi un año antes de que termine el mandato del actual presidente Jerome Powell, no está invocando solo a un futuro presidente del banco central, sino también al fantasma de Burns. Esto presagia una prueba definitiva de la independencia de la Reserva Federal, que es la piedra angular del orden financiero global posterior a la guerra, con un enfoque y apuestas que ya superan con creces lo de antaño.
El trato demoníaco en la cinta de grabación
Para entender el juego de hoy, debemos regresar a los orígenes históricos. En 1971, el sistema de grabación secreto del presidente Nixon registró una conversación inquietante entre él y el entonces presidente de la Reserva Federal, Burns. Frente a las inminentes elecciones de 1972, Nixon no oculta sus intenciones: "Espero... que antes de las elecciones, las tasas de interés puedan bajar. Podemos preocuparnos por la inflación después de las elecciones."
Burns, el economista que inicialmente se mostró con su icónico pipa y su imagen de determinación, finalmente no pudo resistir la presión constante de la Casa Blanca. Se rindió. La máquina de imprimir dinero de la Reserva Federal comenzó a acelerar, preparando una alfombra roja de crédito barato para la campaña de reelección de Nixon. Las consecuencias fueron desastrosas. Este "trato con el diablo" es ampliamente considerado como uno de los desencadenantes de la "gran inflación" de una década en Estados Unidos, una pesadilla que no se terminó hasta principios de la década de 1980, cuando otro presidente legendario, Paul Volcker, lo hizo a costa de una dolorosa recesión económica.
La historia de Nixon y Burns se ha convertido en el caso negativo más clásico en los libros de texto sobre la independencia de los bancos centrales. Revela una verdad simple pero profunda: cuando las riendas de la política monetaria son capturadas por demandas políticas a corto plazo, el costo a largo plazo será soportado por toda la nación e incluso por la economía global. Durante los cuarenta años posteriores a Volcker, la independencia de la Reserva Federal se ha considerado un consenso sagrado e inviolable, siendo "el pilar" para asegurar la credibilidad del dólar y la estabilidad financiera global.
Sin embargo, las lecciones de la historia parecen estar siendo olvidadas. Lo que Trump está haciendo es convertir los susurros en una habitación cerrada de Nixon en una conspiración anunciada al mundo a través de un altavoz.
De "presionar desde el patio trasero" a "subvertir desde el frente"
La estrategia de "presidente en la sombra" de Trump, en comparación con los métodos de Nixon, se diferencia en su núcleo por la "transparencia" y la "institucionalidad". La presión de Nixon era tras bambalinas y personal; mientras que la estrategia de Trump es pública y sistemática, intentando cambiar las reglas del juego desde la raíz.
El verdadero poder de esta estrategia radica en que "arma" la herramienta más fundamental de la Reserva Federal: la "guía prospectiva", y apunta los cañones hacia la propia Reserva Federal. En condiciones normales, la Reserva Federal guía las expectativas del mercado y reduce la incertidumbre al comunicar claramente la trayectoria de la política futura. Sin embargo, la existencia del "presidente en la sombra" creará otra fuente de información fuera de lo oficial, una "guía prospectiva alternativa" que proviene del futuro y está llena de matices políticos.
Sin embargo, esta espada de doble filo también pende sobre la cabeza del propio nominado. Como señaló Nick Timiraos, un periodista senior del Wall Street Journal conocido como el "altavoz de la Reserva Federal", el "presidente en la sombra" que ha sido preseleccionado se verá inmediatamente atrapado en un dilema político casi irresoluble. Si elige criticar públicamente la política actual de la Reserva Federal, alineándose con el llamado de Trump a reducir las tasas de interés, podría ser visto por el mercado y el Senado como un "lisonjero político" sin independencia, poniendo en peligro su eventual confirmación de nombramiento. Después de todo, su nombramiento necesita el apoyo de sus futuros colegas. Pero, por otro lado, si elige defender la postura cautelosa de la Reserva Federal, enfatizando la dependencia de los datos y la importancia de combatir la inflación, podría enfurecer instantáneamente a Trump, perdiendo este trabajo antes de haber asumido oficialmente.
Esta es la parte más sutil y peligrosa de esta "guerra en la sombra": no solo pone a prueba la determinación del actual presidente Powell, sino que también evalúa la habilidad de cada posible sucesor para caminar en la cuerda floja entre la lealtad y la credibilidad. La selección de Trump se ha convertido, por lo tanto, en una apuesta de alto riesgo.
Los candidatos populares que han surgido actualmente representan precisamente los dos extremos de este dilema.
La primera categoría es "apuesta de reputación" - Kevin Warsh. Como exmiembro de la Reserva Federal y colaborador cercano del presidente Bernanke durante la crisis financiera de 2008, Warsh posee un enorme capital de reputación tanto en Wall Street como en el ámbito académico. Se le considera un "insider" que comprende profundamente el funcionamiento del sistema financiero. Tradicionalmente, es un "halcón", crítico con respecto a la inflación y el "desvío de misión" de la Reserva Federal. Sin embargo, irónicamente, sus comentarios recientes parecen haber experimentado un "giro dovish", proporcionando un respaldo teórico a la ruta de tasas de interés bajas que Trump anhela. Al elegir a Warsh, Trump busca aprovechar su reputación en el mercado para tranquilizar a los inversores, haciendo que su intención de recortar tasas parezca menos abrupta. Pero la dificultad que enfrenta Warsh es especialmente notable: cuanto más critica abiertamente a Powell, más se aleja de su habitual imagen de institucionalista, lo que resulta en un deterioro de su reputación. Si intenta mantenerse neutral, no podrá satisfacer las expectativas de "fuego poderosamente" de Trump. Es como un puñal engastado en joyas, deslumbrante pero mortal, pero también podría ser demasiado valioso para ensuciarse fácilmente.
La segunda categoría es "Elección leal" - Kevin Hassett. Como presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca durante el primer mandato de Trump y principal diseñador de la política de recortes de impuestos de 2017, la lealtad de Hassett es indiscutible. Es un firme defensor de la economía del lado de la oferta, en alta consonancia con la filosofía económica de Trump. Incluso admitió públicamente que “almuerza” regularmente con Powell para transmitir los puntos de vista de la Casa Blanca, desempeñando un papel como canal de presión directa. Elegir a Hassett significa optar por la previsibilidad de las políticas y la fiabilidad de su implementación. Para él, el mencionado "dilema" parece no ser tan agudo, ya que las expectativas del mercado sobre su independencia son bajas. Es muy probable que no dude en criticar las políticas actuales. Pero el riesgo es que un presidente que carece de credibilidad en el mercado, ampliamente visto como un nombramiento puramente político, tendrá un efecto casi nulo en la orientación positiva del mercado, y podría provocar una reacción negativa más intensa debido a la exposición excesiva de la intención de intervención política. Es como una "espada leal" sin adornos innecesarios, asegurando ser afilada y obediente, pero que podría asustar al mercado por ser demasiado brusca.
Cualquiera que sea la elección final, su intención estratégica ya es evidente: transformar al presidente de la Reserva Federal de un burócrata técnico e independiente en un "miembro del gabinete" que necesita rendir cuentas a la agenda política del presidente. Esto socava fundamentalmente el paradigma de funcionamiento del banco central establecido desde la era Volcker.
El ocaso del consenso: cuando las piedras angulares comienzan a tambalearse
La "guerra de sombras" no es un evento aislado, sino un desafío integral a todo el consenso sobre la independencia de los bancos centrales en la "era posterior a Volcker". El núcleo de este consenso es que, para la estabilidad económica a largo plazo, es necesario otorgar la autoridad de decisión sobre la política monetaria a una institución independiente que no esté sujeta a las perturbaciones políticas diarias. El éxito de esta idea ha sido un requisito importante para que la economía global funcione durante los últimos treinta años en el relativamente estable período de "la Gran Moderación".
Y hoy en día, este consenso está siendo erosionado desde múltiples frentes. Por un lado, hay ataques desde el ámbito legal y teórico. Por ejemplo, los partidarios de la "Teoría del Ejecutivo Unificado" sostienen que el presidente, como el único jefe del poder ejecutivo, debe tener la autoridad para destituir a todos los funcionarios, incluido el presidente de la Reserva Federal, sin las restricciones legales de ser destituido "por una razón específica". Por otro lado, el más amplio "Proyecto 2025" propone reformas más radicales, incluyendo la limitación de las responsabilidades de la Reserva Federal, e incluso explora la posibilidad de regresar al patrón oro.
En este contexto, la estrategia del "presidente en la sombra" se asemeja más a una piedra de toque, una prueba de presión para desmantelar la "muralla" de la independencia de la Reserva Federal. Si tiene éxito, sus repercusiones serán profundas. El peligro más inmediato es que, en este momento frágil en el que la deuda del gobierno de EE. UU. ha alcanzado el 123% del PIB, se reavive el fuego de la inflación. Cualquier recorte de tasas prematuro o motivado por intereses políticos podría echar por tierra los enormes esfuerzos realizados en los últimos años para contener la inflación.
La crisis más profunda radica en la erosión de la credibilidad del dólar. La posición del dólar como la principal moneda de reserva global no se basa en el oro ni en ningún bien tangible, sino que se fundamenta en la absoluta confianza de los inversores globales en la estabilidad del sistema estadounidense y en las características de "sin riesgo" de la deuda pública de Estados Unidos. Y el núcleo de esta confianza radica precisamente en una Reserva Federal independiente, predecible y cuyo principal objetivo es mantener la estabilidad de precios.
la presión política erosiona la independencia del banco central
La mirada del final
La historia nunca se repite de manera simple, pero siempre rima de manera sorprendente. Hoy, cuando observamos esta "guerra en la sombra" en torno a la Reserva Federal, lo que escuchamos son los ecos históricos que resonaban en los pasillos del Edificio Eccles hace medio siglo.
Solo que esta vez, el escenario es más grande, las apuestas son más altas y las armas son más avanzadas. Ya no es un juego de poder limitado a Washington, sino una subversión sistémica transmitida en vivo al mundo a través de los medios modernos y herramientas financieras. Al final, lo que el mercado necesita valorar ya no son solo los datos de inflación y empleo, sino cuántos puntos le quedan a un país en su compromiso con su sistema económico más fundamental.
El fantasma de Arthur Burns puede que nunca se haya ido. Es una advertencia eterna, recordando a las personas cuán frágiles son esos pilares institucionales que parecen indestructibles ante la enorme tentación del poder. Cuando el faro que protege el orden financiero global comienza a tambalearse en la tormenta política, cada persona que navega en este océano debe sentirse aterrorizada.