En la trayectoria del flujo de la riqueza, lo más valioso nunca son los números que saltan en la cuenta, sino la tenue luz que las personas se iluminan mutuamente en la neblina. Una chispa puede encender una pradera, quizás la luz de la vela que sostengo en este momento también está iluminando las coordenadas del giro del destino de alguien a mil kilómetros de distancia.